sábado, 24 de abril de 2010

La justicia y el cachondeo

Decir "la justicia y el cachondeo" parece una frase tan incongruente como "la velocidad y el tocino". Sin embargo, en el fondo, quizá no sea tan incongruente. Voy a intentar explicarme, veréis:

Cuando Pedro Pacheco era alcalde de Jerez allá por los años ochenta, ya emitió la frase "en este país la justicia es un cachondeo"; lo dijo con coraje, sí; lo dijo con rabia supina porque en las diligencias que hizo para derribar el chalé ilegalmente construido por Bertín Osborne, se encontró con el obstruccionismo legal o ilegal de un juez de Cádiz que no sabemos muy bien por qué, no otorgaba la necesaria legalidad en el trámite de demoler legalmente la edificación hecha de manera ilegal. (Uffffff..., ¡qué lío de legalidades!).


Por emitir esa frase, más o menos desatinada, Pedro Pacheco tuvo que andar un tiempo por la cuerda floja y no recuerdo bien si al final, algún miembro de esa justicia que él criticaba tan generalizadamente, le zurró con la vara de la justicia (más o menos injustamente).


Pero, ¡claro!, no es de justicia hacer generalizaciones con las injusticias que comete la justicia en este país antes llamado España, y aunque una de las principales esencias de una democracia es la libertad de expresión y de opinión, hay que tratar todo con una cierta seriedad y rigurosidad para que en el caso que nos ocupa, no parezca que estamos diciendo que en España, casi toda la justicia es tan injusta que roza peligrosamente el cachondeo. Y además, ¿qué es eso del cachondeo? ¿Alguien me lo puede explicar?


En España, lo que sí pasa con la justicia es que no ha pasado —como sí lo han hecho otros estamentos de la nación; pocos, por cierto— por un periodo de transición y adecuación al talante democrático.

Al principio de la transición nos dimos cuenta de que el estamento de justicia conservaba intactos muchos ejemplares que llevaban prendidas cinco rosas de nostalgia como cinco soles, hacia el ¿extinto? régimen. Pero la transición a la española no daba para más y todos esperábamos que el tiempo terminaría por borrar a los jueces su nostálgico franquismo.
El propio franquismo, cuando agarró las palancas del poder, lo tuvo muchísimo más fácil con aquellos jueces que se encontró. A todo juez que desprendía algún tufillo a republicano o a demócrata, lo jubiló sin paga y toleró que se instalara en un quiosquito de venta de pipas, caramelos y cigarrettes sueltos.

No fue así esta vez, pues en estos días estamos viendo que vuelven y vuelven y vuelven a volver banderas victoriosas que tú bordaste en rojo ayer.

Por eso, si te dicen que cayó —el franquismo— no lo creas, eso no es así; está haciendo guardia junto a los luceros que brillan en el risco de la Nava, en el valle de Cuelgamuros, provincia de San Lorenzo de El Escorial. Allí siguen alumbrando todas las noches y formando filas junto a la lucecita de El Pardo.

La lucecita de El Pardo, provincia de Madrid, es una lucecita tenue pero perenne que alumbra también como una lamparilla de ánimas, en muchas capillas de los edificios públicos del estado español y sobre todo, sobre todo, en muchos rinconcitos de las dependencias de la justicia española. ¿Cómo creer, sino, el efecto imposible de explicar en otros países, del caso de juzgar a un juez porque osó juzgar los crímenes del franquismo?


No; yo creo que en España la justicia no es un cachondeo. Eso no. ¡¡Qué va, qué va!! La justicia, en su conjunto, no tiene nada que ver con el cachondeo, sea lo que sea eso del cachondeo dichoso. Es más: la justicia no tiene la culpa de nada de lo que está pasando; la prueba la tenemos en su justa lucha obrera materializada meses atrás en una descomunal huelga como dios manda.

Analizada en su conjunto o analizada juez a juez, miembro a miembro, la miremos del derecho o del revés.

Si el juez Luciano Varela sienta en el banquillo, humilla y castiga al juez Garzón a no ejercer nunca más de juez en este país democrático donde los haya, no es porque haya dejado de pertenecer a la asociación profesional de jueces progresistas, ni porque él sea un progresista en excedencia, no. ¡Eso no! Y al fin y al cabo, el ser de ideas progresistas, ¿qué es eso y a qué obliga?

¿Que España es diferente? No, no; tampoco: ¿Sabes lo que pasa? La explicación es más sencilla de comprender. Lo que pasa —verdaderamente— es que Franco no se ha muerto completamente. No, no. Que no se ha muerto.
¡Calla. No te alarmes, por favor!
¿Que está en el valle de Cuelgamuros? Ya, ya. Bueno..., sí..., parece que..., quizá..., es posible...; pero morirse, lo que se dice MORIRSE, no se ha muerto del todo aún.

Así que, conque, pues, ya te digo...

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